LA SERIEDAD DEL HUMOR.
Francisco Carpio.
Siempre he dicho -con un guiño de orgullo y un acento de cierta nostalgia- que yo me inicié en el amor al arte y al maravilloso mundo de las imágenes a través de los tebeos (eso de comics nunca me ha acabado de convencer del todo…). Un universo de felicidad y de fantasía en el que me sentía perfectamente acompañado por personajes como Mortadelo y Filemón, Rompetechos, Pepe Gotera y Otilio, o los entrañables y humanísimos vecinos de la Rue del Percebe número 13.
También he creído siempre que el humor es una de las cosas más serias que conozco.
Humor y seriedad son, sin ningún género de dudas, dos de los condimentos básicos que Patricia Mateo utiliza, además con gran maestría, para elaborar sus creaciones pictóricas. Humor, porque en sus obras nos propone una nueva lectura con respecto a las imágenes matrices que emplea, al incorporar toda una bendita y querible fauna de seres sacados de esos benditos y queribles tebeos a los que me
acabo de referir. Así, podemos ver a los sin par detectives de la TÍA, junto al profesor Bacterio merendando plácidamente sobre una goyesca pradera de San Isidro, o mimetizándose con algunas de las tremendas ensoñaciones que pueblan El Jardín de las Delicias, o transformados en esos primeros y potentados turistas del Gran Tour que paseaban su asombro por las calles de las vedutti venecianas, o a Filemón escalando por los pliegues del tocado de un retrato flamenco del siglo XV, o también ¿por qué no? el sublime paisaje de las ruinas del Robledal convertido por el arte de magia de la magia del arte en una peculiar estación de metro…
Y tantos otros personajes y personajillos que se introducen, con premeditación y alevosía, en ciertas composiciones clásicas que ocupan un destacado lugar dentro de nuestro imaginario artístico universal, para generar otras miradas, plenas de espíritu lúdico, pero a la vez, totalmente respetuoso con esos originales, y que indudablemente nos invitan-incitan a imaginar distintas visiones y versiones.
Patricia siempre deja abierta una puerta a la imaginación del espectador, como una plausible alternativa que le permita fantasear con otras posibles escenografías.
El trabajo que presenta ahora en Corner Gallery se imbrica perfecta y exactamente en estos rasgos de identidad creativa. Se trata de un conjunto de pinturas, todas ellas realizadas con óleo sobre tabla, consiguiendo una temperatura técnica y de factura de gran calidad, es decir, hablando en plata: están muy bien pintadas, cosa no tan habitual en nuestros días, y en las que despliega una original y personal revisión de algunas obras maestras de la historia del arte, realizadas por figuras referenciales. Pienso así en autores como El Bosco, Patinir, Van Eyck, Brueghel, Goya o Friedrich, entre otros, con las que -y los que- establece un diálogo lleno de intenciones, humor y a la vez respeto y admiración. Nunca se trata de una parodia sino, por el contrario, de un acto de amor y de un guiño de complicidad.
©Francisco Carpio